Un estudio realizado por psicólogos de la Universidad Hebrea de Jerusalén describe el proceso de polarización de grupos en la sociedad. Los científicos han demostrado que la frustración, no el odio, es la emoción dominante que genera divisiones entre grupos.

Los resultados del estudio fueron publicados en la revista Cognition and Emotion.

Los científicos han estudiado el fenómeno de la polarización afectiva en la sociedad. Con tal polarización, surgen y se profundizan emociones negativas entre miembros de diferentes grupos ideológicos. Normalmente, los estudios se basan en medidas que miden las emociones generales positivas o negativas (de frías a cálidas) de los miembros del grupo ideológico hacia sus oponentes.

Según la coautora del nuevo trabajo, Mabel Kretschner y sus colegas, este enfoque simplifica enormemente el complejo panorama emocional de las relaciones entre grupos opuestos. La naturaleza de las relaciones ideológicas entre grupos es ambivalente y compleja, ya que los miembros de grupos opuestos actúan simultáneamente como oponentes ideológicos y conciudadanos dentro de una nación y comunidad común.

Kretschner dice: “Mientras que el odio es destructivo y se centra en la percepción de un exogrupo como fundamentalmente malo, la frustración refleja una dinámica más compleja. Implica expectativas no cumplidas y una sensación de pérdida, pero aún conserva el reconocimiento de objetivos compartidos y el potencial para un cambio positivo. . Esta su naturaleza dual lo convierte en un reflejo más preciso de la complejidad de las relaciones intergrupales”.

En cinco estudios realizados en Estados Unidos e Israel, la decepción fue la única emoción asociada consistentemente con la polarización afectiva, mientras que otras emociones negativas no mostraron la misma relación consistente. Es decir, la polarización afectiva no necesariamente está asociada al odio.

Decenas de odio por sí solo no predijeron la polarización afectiva en ninguno de los estudios, ni siquiera durante períodos políticamente cargados como los disturbios en el Capitolio y la retirada de las tropas estadounidenses de Afganistán, o la controversia electoral israelí.

Kretschner señala: “La frustración que subyace a la polarización afectiva incluso en tiempos difíciles tiene un lado positivo: explica no sólo la hostilidad observada entre oponentes ideológicos, sino también la esperanza subyacente de que la otra parte eventualmente actuará de esa manera”. , lo que beneficiará el bien nacional general”.

Este hallazgo sugiere que las intervenciones destinadas a reducir la polarización afectiva pueden ser más efectivas si apuntan a la frustración en lugar de simplemente aliviar el odio mutuo.

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